Articulo

Crónica del D’A 2015

Crónica del D’A 2015

El festival internacional de cine de autor de Barcelona dice adiós a su quinta edición

Por Laura Comellas



Hace unas semanas tuvo lugar la quinta edición del Festival Internacional de Cinema d'Autor de Barcelona y, aunque nuestra participación fue menor de la que hubiéramos deseado, nuestra acreditación al menos nos permitió dar cuenta de cinco de las más de 70 películas que se proyectaron en el festival.

Entre esas películas que pudimos ver se encontraba "P’titi Quinquin" de Bruno Dumont, conocido por films como "Humanité" (1999) o su último largometraje "Camille Claudel 1915" (2013). En esta ocasión, Dumont se encarga del guión y la dirección de una delirante miniserie de televisión de cuatro capítulos en la que se relata una investigación criminalística en un pequeño pueblo costero de la región de Boulonnais. A través de una narración que a menudo roza lo surrealista, una buena dosis de humor negro y unos personajes esperpénticos, lo que en realidad propone es un excéntrico retrato del gañán del norte de Francia (los ch’tis), como ya se hiciera antes "Bienvenidos al norte" (Dani Boon, 2008).

La historia podría catalogarse como una especie de "Twin Peaks" o incluso un "True Detective" a la francesa, en donde la investigación de una serie de crímenes rompe la tranquilidad del lugar. Los personajes centrales del filme son el histriónico comandante Van der Weyden, de mirada perdida y cuyos tics le dan un cierto aire a Charles Chaplin; su ayudante Carpentier, un Sancho Panza obsesionado con la velocidad; y el travieso Quinquin, que de manera involuntaria se hallará inmiscuido en el caso. De hecho, una de las cosas más remarcables de la película es la interpretación de sus personajes. Más aún debido a que ninguno de los actores es profesional sino lugareños de la zona. Un ejemplo de ello lo tenemos en Bernand Pruvost (el comandante Van der Weyden), jardinero de profesión que, sin embargo, realiza un trabajo actoral excelente.

A parte de las interpretaciones y el soberano sentido del humor, la película también destaca por ahondar en temas más severos como el racismo, la familia o la religión, logrando de esta manera una mezcolanza de crítica, costumbrismo y excentricidad. No obstante, a nivel de guión, la película resulta altamente decepcionante, ya que tiene un buen arranque y la primera mitad resulta de lo más interesante, pero poco a poco va desinflándose en un sinsentido que parece avanzar a base de nuevos crímenes. A esto se le suma un final tan sumamente abierto que hace cuestionarse toda la película, un sinsentido que torna agrio todo lo dulce que había en ella.

También pudimos ver la coproducción islandesa-estadounidense "Land Ho!" de Aaron Katz y Martha Stephens, una road trip en la que dos excuñados antagónicos, al más puro estilo de "La extraña pareja", deciden pasar unas vacaciones en Islandia con el fin de recuperar la juventud perdida y así sanar las heridas de la edad. El viaje será un recorrido por el interior del alma de los personajes, a la vez que un descubrimiento de los maravillosos paisajes de Reykjavik, capturados con elegancia por el director de fotografía Andrew Reed.   

Ganadora del Premio John Cassavetes en los Independent Spirit Awards de 2014, la película no podemos afirmar que tenga grandes pretensiones, si bien es altamente disfrutable ya sea por su fotografía, sus personajes o sus diálogos. Un filme de ritmo pausado, que contrasta la frialdad de sus imágenes con la calidez de sus personajes, con un delicado sentido de humor y un general buenrollismo.

La despedida de Alain Resnais con su postuma "Aimer, Boire et Chanter" no fue por la puerta grande. El que fue el director de "Hiroshima, mon amour" (1959) nos dejó como última obra una comedia que recuerda en su forma a "Dogville" de Lars Von Trier pero que en su fondo se pierde en un boudeville previsible y bastante facilón que no termina de convencer. La historia tiene lugar en Yorkshire y está representada en cuatro escenarios que se conectan entre ellos por tres parejas y un misterioso protagonista, George Riley, que se mantiene en el anonimato en toda la película. Asimismo, los cuatro espacios teatrales vienen intercalados con reiterativas escenas de un coche que se desplaza por la campiña inglesa así como por dibujos de las localizaciones, a modo de guiño a las series británicas clásicas de Thames Television.

El espacio temporal es de unos meses, de primavera a otoño, y enmarca la vida de tres parejas que se ve afectada por la noticia de la enfermedad terminal de George Riley, un amigo que tienen en común. A partir de ese punto, todo será un juego de flirteos, guerra de sexos y desencuentros, una especie de teatro dentro del teatro con resultados rancios y apolillados, pues si bien la puesta en escena es atractiva, el argumento y el ritmo resultan de lo más apagados. Sin duda, a pesar de haber conseguido el premio FIPRESCI de la Crítica Internacional y el premio Alfred Bauer en la edición 64 del Festival de Berlín, "Aimer, Boire et Chanter" supone un agridulce punto y final a la carrera de Resnais.

A Al Pacino se le acumuló este año el trabajo en el Festival de Venecia. Con Barry Levinson estuvo presentando "La sombra del actor" fuera de competición, mientras en la sección oficial se proyectaba "Manglehorn" del director David Gordon Green. Si ambas películas se gestionan de manera muy diferente, las dos tienen el mismo denominador común: un desgarbado Al Pacino que se come con su presencia toda la película. Mientras en la primera Levinson pretende sacar una sonrisa centrándose en las miserias del protagonista, en la segunda el realizador de "Prince Avalanche" (2013) capturar con tono melancólico la soledad y la derrota de su protagonista, todo un perdedor.

La historia se centra en el personaje de A.J Manglehorn, un ex entrenador que pasa sus últimos años como cerrajero. Poco se sabe sobre su vida, excepto que se le dan mejor los animales que las personas y que sufre las penas de un amor no correspondido. De hecho es sobre ese punto sobre el que se sujeta el filme, el proceso de cicatrización de un desamor, una rehabilitación del desgaste de la vida. David Gordon Green lo consigue con cierto humor desaliñado y sobrio, grandes dosis de ternura y sobre todo con la grandísima interpretación de Al Pacino, la joya de la corona de la película. Y cierto es que en ocasiones se peca de sensiblería y de abrir distintos caminos argumentales que despistan brevemente, pero el poder de su protagonista se eleva ante esos pequeños inconvenientes y hace del film una experiencia altamente disfrutable.

Acabamos con el análisis de la que pensamos que fue la gran película de nuestra selección, "The Duke of Burgundy" de Peter Strickland, director que en su anterior "Berberian Sound Studio" ya apostó por un lenguaje que se destila a través de los sentidos y que proponía una revisión de la estética del giallo, al más puro estilo de Jess Franco o de Dario Argento. Esta nueva película sigue los pasos de su predecesora, sublimándola en calidad tanto a nivel argumental como de fotografía, encargándose de nuevo de esta última Nicholas D. Knowland, en una colaboración cuyo acierto es ineludible. También es de obligada mención la deliciosa banda sonora, a cargo del grupo de pop alternativo Cat’s Eyes. Y es que Peter Strickland conforma un trípode cuyas patas (oído, vista, tacto) sustentan una película llena de texturas que bien nos recuerda el trabajo de Hélene Cattet y Bruno Forzani en "L'étrange Couleur des Larmes de ton Corps".

La historia versa sobre la relación sentimental entre dos estudiosas de las mariposas y las polillas. Lo que en principio es una exposición del juego sadomasoquista entre ambas protagonistas, a través de un bárbaro montaje y la calidez interpretativa de las actrices, se metamorfoseará en una especie de crisálida sentimental que va tornándose asfixiante y en la que se plasma la necesidad de dar amor y de sentirse querido. Una historia femenina que parte de la dominación sexual para profundizar en los roles de las parejas, en una desarrollo que culmina en la dominación sentimental y que consigue mostrar las propias debilidades de los seres humanos. Es por ello que sus personajes protagonistas, así como las polillas, sufren una metamorfosis interna que es captada a través de sutilezas, gracias a unas interpretaciones más que admirables y de una cámara poderosa en el escrutinio y en los detalles.

En definitiva, "The Duke od Burgundy" es un drama con tintes de terror psicológico que se vuelve cada vez más denso conforme avanza el metraje. Una orgía de lirismo que mantiene al espectador hipnotizado de principio a fin. Una obra maestra de pura estética y contenido que agradece múltiples visionados.

Para finalizar nuestra crónica os recordamos el palmarés de esta edición. Esperemos que nos permitan hacer una mayor cobertura en las próximas ediciones.


Palmarés D’A:

Premio Talens: “Juana a los 12” de Martín Shanly.
Premio de la Crítica: “El Incendio” de Juan Schnitman.
Premio del Público: “Les amigues de l’Àgata” de Alba Cros, Marta Verheyen, Laia Alabart y Laura Rius

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