Articulo

Crónica íntegra Sitges'17

Crónica íntegra Sitges'17

Recopilación de todas las crónicas realizadas durante este Sitges 2017

Por Javier Rueda




Sábado 7

El jueves abrió sus puertas la 50 edición del Sitges Festival Internacional de Cinema de Cataluna, una edición marcada por los fastos de su aniversario. Una celebración bien merecida, sin duda, por más que ensombrecida por la realidad política del país. De momento, el pueblo de Sitges consigue mantender el ambiente festivalero, alternando whatsapps políticos y películas en las salas, porque la cultura también es un arma de cambio que bien merece ser defendida. Veremos que pasa en los próximos días.

En lo cinematográfico, estamos en un año donde no abundan directores "grandes", algo que ya sucedió en la edición anterior, aunque en aquella ocasión sirvió para descubrir pequeñas joyas del cine independiente. Este año, de momento, la cosa no ha estado a tan buen nivel, pese a que ha habido películas destacables. Como por ejemplo "Most Beautiful Island", de Ana Asensio, un thriller basado en hechos reales -vividos por la propia directora/actriz- que nos adentra en el reverso oscuro del sueño americano. Una pesadilla en medio de Nueva York que empieza a plena luz del día, en donde la protagonista trata de sobrevivir en un entorno hostil y degradante. Un descenso a los infiernos del capitalismo, narrado de manera casi documental, sin subrayados, pero con mucho pulso, tanto como para mantenernos en vilo durante una larga secuencia final de mas de media hora, tensa y angustiante. Una muy grata sorpresa que, no en vano, inauguró la sección de Noves Visions.

En esa línea, también nos ha gustado mucho "Fashionista", de Simon Rumley. Nueva muestra de su estilo seco y sórdido, al servicio de una historia moral con marcados tintes de cuento gótico americano, que en esta ocasión se adentra en la parte oscura del culto a la estética. Suerte de versión indie y austera de "Neon Demon" (Nicolas Winding Refn, 2016), sus puntos fuertes son su habitual trabajo atmosférico, basado en una fotografía muy sucia y sugestiva y una contención de la violencia que acaba por ahogarnos; una impecable dirección de actores, en donde destaca Amanda Fuller por encima del resto, valiente y entregada; y un apartado sonoro brillante que nos transmite en todo momento la psicologia de lo que está viviendo la protagonista. Lástima que la alegoría final de esta critica contra el capitalismo estético cruce temerariamente alguna que otra linea roja, pues de manera totalmente involuntaria tiñe el discurso de un ligero tono proto-fascista, al defender un cierto tipo de fisonomía como símbolo de la rectitud moral. Aun así, una película que no dejará indiferente a nadie y que recomendamos sin reparos.

Ya dentro del género fantástico, algo que abunda menos este año, ha destacado sobre el resto "Marjorie Prime", de Michael Almereyda, una sencilla -que no simplista- historia de ciencia ficción existencialista que nos ha cautivado por su capacidad reflexiva y evocadora. Una obra serena, íntima y sensible, que interpela sobre temas como la memoria, la afectividad interpersonal y el sentido ultimo de la expresión humana, todo ello sin imponer ninguna respuesta, como toda buena película que se precie. Y lo hace bajo un muy sugerente contexto de inteligencia artificial, tan bien integrado en la historia que no adquiere protagonismo pese a ser omnipresente durante todo el metraje, algo que le ayuda a centrarse en lo que realmente quiere desarrollar. A ello también contribuye su espléndido elenco actoral, en donde destacan Tim Robins y Gena Davis, puro deleite. Sin duda, una de aquellas películas que recordaremos de esta edición y que demuestra que con poco se puede llegar muy lejos.

En cuanto al terror, de lo poco desacado ha sido "Housewife", de Can Evrenol, un gran paso adelante respecto a su sobrevalorada "Baskin" (2015), pues aquí constrye un relato sólido de principio a fin, muy simple de trama pero que atrapa a través de una narrativa que mezcla tiempos y espacios con acierto. Visualmente cuidada y de elaborada estructura circular, deviene a la postre un magnífico ejercicio de estilo, que hará las delicias de los amantes del subgénero satanista. Y también de terror, en este caso mezclado con comedia negra, destacamos "Creep2" de Patrick Kack-Brice, secuela de la película homónima que destacó en 2014 por su original premisa de falso documental sobre un asesino en serie. Menos fresca que la primera pero con momentos muy disfrutables, acaba siendo una historia de amor tan imposible como entrañable, llena de empatía gracias al trabajo de sus actores, que nos hacen perdonar una recta final que no está a la altura.

Por su parte, como en otros años, el documental ha hecho aparición con propuestas de lo más interesante. De estos días os rescatamos "78/52", de Alexandre O. Philippe, y "King Cohen: The Wild World of Filmmaker Larry Cohen", de Steve Mitchel. El segundo es fácil de defender: una sencilla pero efectiva celebración de la vida y obra de Larry Cohen, uno de los grandes de la serie B y del cine de guerrilla, lleno de anécdotas cómicas y momento entrañables. Un gran homenaje a un estilo de cine que ya se perdió y del que aquí se consigue revivir su esencia atrevida y gamberra.  Un goce cinéfilo también presente en "78/52", en ese caso sobre el maestro Hitchcock, en concreto sobre "Psicosis" (1960) y su célebre escena de la ducha, todo un hito para la época y detonante de la modernidad en el género. Un buen documental a nivel formal, que durante hora y media consigue que sea trepidante y emocionante el simple análisis de una secuencia de apenas minuto y medio de duración. Quizas peque del habitual énfasis hiperbólico de este tipo de proyectos, en donde parece que nunca haya habido nada tan sublime como lo retratado, pero ello no desmerece para nada  la capacidad de este trabajo para explicar y poner de manifiesto el valor de la refinación en la técnica cinematográfica, algo a todas luces necesario de reivindicar en los tiempos que corren.

Y como en Sitges hay cada año más thrillers, aquí vas dos obras más a destacar dentro de ese género. Por una parte, "Le serpent aux mille coupures" de Eric Valette, un polar enérgico y lleno de personajes y puntos de vista, que acierta en su rigor formal  y en una construcción de personajes y situaciones muy cuidada. Lástima que no desarrolle muchos de los temas que anuncia y que caricaturice en exceso a su principal villano, una especie de "maestro de la muerte" que rompe con el tono sobrio del resto del relato. Aun así, totalmente recomendable. Tanto como "Hounds of Love" de Ben Young, una película que arrolla en su primera hora de metraje pero que pierde fuelle en su recta final. Una pena, porque esta deconstrucción de una crisis de pareja, explicada en clave psicopática y articulada en torno a una historia de supervivencia, merecía mejor resolución. De haber sido asi, estaríamos hablando de una de las propuestas destacadas del festival. En todo caso, una obra interesante y muy bien filmada, que bien merece una oportunidad.

Por último, cabe mencionar la obra inaugural "The shape of water", la esperada nueva película de Guillermo del Toro. Y pese a su triunfo en el festival de Venecia, la recepción en Sitges ha estado dividida entre los que se emocionaron con este cuento mágico, mezcla de "Amelie" y "El monstruo de la laguna negra" y los que pasaron por ella sin pena ni gloria. Nosotros poco podemos decir ya que no pudimos verla, al haberse habilitado pocas localidades para toda la prensa aceditada en el festival. Cuando la veamos en Barcelona ya os compartiremos nuestra reseña.

En cuanto a películas que no nos han gustado, comentamos brevemente "Science Fiction Volume One: The Osiris Child" de Shane Abbess, una propuesta tan esforzadamente imaginativa  como dispersa y mal ejecutada, con una dirección y edición tan mediocres como sus interpretaciones; "Mayhem" de Joe Lynch, entretenida al principio pero repetitiva a la postre, cuya naif justificación de la violencia acaba pasando factura al elevar a héroe a quien nunca debió dejar de ser un personaje cuando menos cuestionabe; "The Book of Birdie" de Elizabeth E. Schuch, una alegoria de la represión sexual femenina en clave religiosa, tan interesante en su punto de partida como monótona en su desarrollo, pese a tener alguna que otra solución visual realmente efectiva, ya que acaba perdiéndose en su plasmación de la dicotomía entre la fe y la sensorialidad; y "Mom and Dad" de Brian Taylor, una supuesta comedia cuyo sugestivo punto de partida se acaba agotando a los treinta minutos de metraje, debido sobre todo a su falta de valentia a la hora de desarrollar su trama hasta el limite de sus consecuencias. Aun así, como siempre, la película sube enteros cada vez que aparece Nicolas Cage en escena.


Lunes 9

Pasado ya el ecuador del festival, queda claro que esta edición volverá a ser recordada por su gran variedad de propuestas, si bien la calidad media se antoja algo por debajo de otros años. También se percibe algo menos de afluencia de público, sobre todo en comparación con las abarrotadas ediciones anteriores, debido seguramente a la coyuntura política y al hecho de apenas tener en su programación grandes títulos y nombres. Por lo obvio, los últimos dos días ha sido cuando más se han visto salas medio vacías, albergando algún que otro comentario político en ciertas presentaciones de sesión. E incluso artistas como William Friedkin han hecho más de un comentario sobre la actualidad catalana. Sin duda, está siendo un Sitges diferente, y no precisamente porque sea su 50 aniversario.

Aun asi, como siempre, entre sus más de doscientas propuestas se encuentran algunas pequeñas joyas que hacen olvidar por momentos la floja cosecha fantástica de este año, si bien de momentos muy pocas han llegado a depertar pasiones en la platea.

La mejor película que hemos visto en estos últimos días ha sido "Closeness" de Kantemir Balagov, una ficción rusa que gustó mucho en el pasado festival de Cannes y que no ha dejado indiferente a nadie. Y no solo por su polémica utilización de imágenes reales de ejecuciones, sino por su durísimo retrato costumbrista -a veces casi antropológico- de la pérdida de raíces dentro de una pequeña comunidad judía, enfrentada a una deriva de valores que se interpreta -sin necesidad de puntualizarlo- como un fenómeno global. Una impactante plasmación de la violencia que subyace dentro del constructo social, en donde el estamento familiar queda cada vez más desdibujado entre la imposibilidad de mantener una tradición que deviene reaccionaria y una modernidad que solo conduce al vacío y la huída hacia delante. Una de las películas del año, solo para estómagos fuertes.

También en los límites del genero, aunque con sus buenas dosis de violencia, nos ha gustado bastante "Marlina the murderer in four acts" de Mouly Surya, un "rape & revenge" indonesio de una belleza formal impactante. De pulso firme pero contenido, así como una planificación que rezuma rigurosidad por los cuatro costados, su serenidad narrativa, pese a lo truculento de su trama,  supone todo un regalo para el espectador, al que ofrece un estimulante, original y anti-épico western femenino. Y si esto ya es algo tremendamente valiente por estas latitudes, aun lo es más si se tiene en cuenta en cuenta la cinematografía de su país de origen.

Seguimos con obras al margen del fantástico y el terror para hablar de "Outrage: Coda" de Takeshi Kitano, espléndido cierre a esta trilogia sobre la yakuza, filmada con la elegancia habitual del director, uno de los maestros contemporáneos del cine japonés. De trama compleja, trufada de memorables estallidos de violencia, aunque no llega al altísimo nivel de sus predecesoras es igualmente una obra llena interés, tanto por su puesta en escena como por la medida sobriedad con la que retrata los tejemanejes de la mafia nipona. Cine de la vieja escuela, en todo su esplendor.

Cambiamos de tercio para hablar de tres películas plenamente alienadas en su propuesta estética y discursiva. Unas obras que hurgan en las antípodas de la forma y estética del stablishment para articular un discurso antisistema basado en la contrapropaganda, entendida esta como acción artística directa vinculada al movimiento pansexual y pangenérico (por tanto, también indudablemente feminista). Un cine de tesis revolucionaria, que ataca sin miramientos las raíces de la cultura judeocristiana occidental. Empezamos con "Fluido" de Shu Lea Cheang, la más floja de las tres aunque igualmente interesante, que nos propone una juguetona y gamberra apología del sexo libre como contrapunto a la reaccionaria cultura heteropatriarcal, a la que afrenta al festejar hasta la hipérbole algo tan tabú en el arte como los fluidos corporales originados durante el acto sexual. A su discurso también suma una velada apologia de la sexualidad femenina, expresada de manera algo burda pero necesaria en todo caso. En cuanto a las otras dos, destacar que ambas están dirigidas por el célebre Bruce Labruce, uno de los máximos exponentes de esta vertiente intelectual que usa el porno pansexual como material subversivo. Son además dos buenas muestras de su discurso. Por una parte, la serie B genérica "Ulrike's brain", una sátira sobre cómo la posmodernidad convierte la ideología en meros slóganes carentes de valor. Por otro lado, "The misandrist", un manifiesto feminista tremendamente lúcido y necesario, de lo mejor de esta edición del festival.

Ya dentro del género, por fin, pues poco abunda este año, destacamos de estos últimos dias "As boas maneiras" de Marco Dutra y Juliana Rojas, una fresca y muy sugestiva revisitación de la licantropía en clave maternal y femenina. Una propuesta muy original que además encierra dos películas en una, pues divide la trama en dos partes que funcionan tanto concatenadas como por separado. Además, no solo aporta nuevas ideas a un género tan manido, sino que -aun sin desarrollar- articula de manera muy interesante una contraposición entre lo sensorial-emocional y lo establecido-reprimido. Una muy grata sorpresa de quienes ya nos sorprendieron hace unos años con "Trabalhar cansa" (2011).

También "muy Sitges" nos pareció "The crescent" de Seth A. Smith, una historia de fantasmas con tintes lovecraftianos (Dagón). Artista proveniente del mundo del diseño gráfico, algo que se nota muchísimo en ciertas decisiones plásticas de la película que ofrecen momentos inolvidables, destaca de su propuesta la revisitación que hace de cierta corriente setentera del género, que nos recuerda a directores como Nicolas Roeg y a obras como "Let's scare Jessica to death" (John D. Hancock; 1971). Para ello, se sirve de una fotografía y puesta en escena sencillas, de estilo por momentos casi documental-verité, en donde no falta el uso del teleobjetivo y el zoom; también de un sencillo tema principal tan malrollero como pegadizo. Una obra imperfecta que comete el error de querer sobreexplicar lo que ya funcionaba -mejor- en un terreno más alegórico, y que por ello alberga -sin necesitarlo- hasta cuatro epílogos consecutivos, pero que aun así ofrece una experiencia muy atmosférica que hará las delicias de los aficionados a ese tipo de cine de terror más contemplativo y onírico.

Ya en un terreno más pretencioso destacamos "Dhogs" de Andrés Goteira, una obra que por intenciones e ideas guarda muchas similitudes con "Holy Motors" (Léos Carax; 2012). Y sin duda consigue mucho de lo que se propone, es decir, interpelar al espectador a plantearse su implicación respecto del cine que consume, haciendo especial incapié crítico en la habitual justificación de la violencia y el machismo inherente en el cine contemporáneo. Una película de tesis metalingüística que, sin duda, merece ser celebrada como un milagro dentro de la realidad cinematográfica española, por lo general poco atrevida y muy adocenada.

Y dentro de las retrospectivas, destacamos sin reparos haber podido ver en pantalla grande "El vampiro" de Fernando Méndez, una de las mejores adaptaciones clásicas del mito del conde Drácula. Una película que bebe de la tradición impuesta por la Universal pero que anuncia con todo esplendor la modernidad que vendrá poco después con la Hammer, gracias a una historia realmente sorprendente que aglutina con acierto muchos de los pasajes habituales del mito vampirico. A su gran valor artistico contribuyen una inolvidable fotografía y unas soluciones visuales muy efectivas para su época. Sin duda, una indiscutible obra maestra, que bien merece ser descubierta por las nuevas generaciones de cinéfilos.

Menos interesante de lo esperado pero igualmente destacable resultaro ser "Mansfield 66/67" de P. David Ebersole y Todd Hughes, un documetal sobre el mito creado en torno a la vida y muerte de la estrella Jayne Mansfield, satanismo y maleficios incluidos. Un trabajo algo superficial para los que ya conocen esos sucesos, pero muy interesante e introductorio para los no iniciados. En esa misma límea se situa "Dave made a maze" de Bill Watterson, que sorprende -y mucho- por su sugestivo e imaginativo punto de partida, pero que agota su narrativa a mitad del relato, a causa de su constante reiteración de ideas. Tambien se queda a medias "Animals" de Greg Zglinski, debido a su incapacidad para aportar algo novedoso a una manida historia alegórica de aceptación de la trágica realidad, por más que ofrece situaciones interesantes y, por lo general, una atmósfera que atrapa de principio a fin y que justifica su visionado. Y de todas ellas, la que mejor funciona es "Brawl at the cell block 99" de S. Craig Zahler, un cañera y muy divertida historia de violencia, que cuenta con unos inolvidables diálogos y situaciones, a veces rozando el gore, así como muy buenas interpretaciones de Vince Vaughn y Don Johnson. Por eso es una lástima que no aguante un análisis más profundo, ya que sin darse cuenta encierra un subtexto bastante reaccionario, que se posiciona por el machismo y el racismo, así como por la defensa del injusto e inmoral sistema carcelario de los Estados Unidos.

Y ya en el plano de lo intrascendente, destacamos "Salyut-7" de Klim Shipenko como una entretenida aventura espacial basada en hechos reales, tan facilona como efectiva. También "The wall" de Doug Liman, que pese a que tampoco aporta nada nuevo si que ofrece una historia más o menos interesante contada con mucho oficio. Ya mucho más flojas han sido "Curvature" de Diego Hallivis, una suerte de tv-movie aburrida y realmente pobre a todos los niveles; y "Matar a dios" de Caye Casas y Albert Pintó, una comdedia que empieza francamente bien pero que se acaba hundiendo dramáticamente en el tedio a base de estirar situaciones sin chispa.


Viernes 13

Falta día y medio para que el festival de Sitges cierre sus puertas, dejando atrás una edición desigualen la calidad de sus propuestas y en donde poco se ha notado su celebración del 50 aniversario. Aun así, la programación ha ofrecido alguna que otra perla, ya comentadas en las crónicas, pero a diferencia de otros años se ha notado un bajón en la calidad media de las propuestas, en especial de las más pequeñas e independientes, confirmando que la cosecha de 2016 no ha sido muy destacable en lo que respecta a cine de género.

Como no podía ser de otra manera, empezamos la crónica de estos últimos días de festival con "Jupiter's Moon", de Kornél Mundruczó, esperadísima producción húngara que no ha decepcionado. Una película con no pocas -y virtuosas- reminiscencias formales a "Children of Men" (Alfonso Cuarón, 2006) pero que propone un discurso mucho más interesante, construído en torno a la necesidad de un retorno a la espiritualidad humanista como único remedio a la actual jungla neoliberal, en donde se premia la falta de valores para convertirnos a todos en victimas de alguna u otra injusticia. Tambien deviene un llamamiento a la urgencia de no apartar la vista ante lo que sucede alrederor nuestro, de mirar a corazón abierto todo lo que ahora -por comodidad- hacemos ver que no existe. Lo hace mostrando la sociedad húngara como trasunto de la europea, un país-continente que avergüenza no solo por su capitalista falta de escrúpulos sino también por su mezquina gestión de la crisis actual migratoria, poniendo a los refugiados sirios como pieza central de la trama. Una maravillosa película política que interpela a la trascendencia. Al mismo tiempo, una obra tremendamente espiritual que exige desarrollar una visión social y antropológica del mundo. De lo mejorcito de esta edición y plenamente anclada al fantástico, que ofrece en ese sentido más de un momento para el recuerdo. Y como curiosidad, comentar que el festival ha recuperado del mismo director la película "Johanna" (2005), una contundente obra musical, operística para ser más exactos, que ya avanza las principales señas de identidad de Mundruczó: una puesta en escena muy trabajada, que gusta de utilizar planos secuencia, al servicio de una visión política basada en la espiritualidad y expresada a través de interesantes alegorías más o menos complejas.

Sorprendentemente política ha resultado ser "Okja" de Bong Joon-ho, sobre todo teniendo en cuenta que es una producción del gigante monopolista Netflix. Una fábula para todos los públicos que denuncia de manera muy efectiva el salvaje mundo del capitalismo alimentario, basado en la explotación masiva y sin ética de los recursos del planeta. Una manera muy inteligente de introducir al gran público el actual problema de la globalizada industria cárnica, que basa su gran capacidad para la emotividad en la contraposicion naturaleza-harmonia y urbe-mecanización, al estilo -salvando las distancias- de películas como "Dersu uzala" (Akira Kurosawa, 1975). Una propuesta muy acorde con la carrera de director coreano, quien cada vez se vuelve más comprometido con la actualidado; no en vano, "Okja" llama abiertamente a la concienciación e incluso al activismo de cción directa. Una película entrañable y muy bien realizada e interpretada.

Seguimos con más género -del bueno- para hablar de "Before we vanish" de Kiyoshi Kurosawa, uno de los varos directores japoneses asiduos del festival año tras año. Pese a su truculente trama, una película pausada y serena, marca de la casa, que podriamos definir como un cruce entre "La invasión de los ladrones de cuerpos" (Don Siegel, 1956) y "Ultimátum a la Tierra" (Robert Wise, 1951). Por supuesto, todo ello al servicio de una nueva reflexión en clave autoral sobre el principal motor de la humanidad, aquello que la hace única y que la redime de su mediocridad: su capacidad para amar. Una obra de calidad, pese a no ser de las mejores del director, que sorprende en su filmografía por alternar su habitual introspeccion de personajes con momentos de acción, entre los que incluso hay algún que otro disparo, asi como explosiones.

Sin abandonar el fanta-terror, pasamos a la intensa experiencia autoral que supone "Arder" de David González Rudiez, una película 100% muda, sin siquiera banda musical, que a través de una trama en clave surrealista nos propone asistir al descenso a los infiernos de su protagonista. Una obra muy hermética, en donde es más importante sentir que entender, gracias a su magnífica construcción de una atmosfera insana y onírica, apoyada en un cruda e interesante fotografia en blanco y negro que, solo en determinados momentos, se ve salpicada por ciertas notas de color de connotación claramente terrorífica. Una pequeña joya de esta edición que no ha dejado indiferente a nadie.

Una película que esperábamos con ansias es el polar "Laissez bronzer les cadavres" de Hélène Cattet y Bruno Forzani, dos clásicos de Sitges que tienen en su haber los peliculones "Amer" (2009) y "El extraño color de las lágrimas de tu cuerpo" (2013). Las tres cine de autor muy personal y formalmente arrollador, mezcla de referentes narrativos, estéticos y sonoros extraidos de géneros como el giallo, el spaghetti western y el polar, así como de autores de la talla de Sergio Leone o Henri-Georges Clouzot, entre muchos otros. Una propuesta, la que nos ocupa este año, muy sugestiva pero por debajo de los logros de las anteriores, sobre todo por notarse en exceso las costuras entre sus partes más viscerales/plásticas y las partes que hacen avanzar la trama, estas últimas más arquetípicas de lo que sus autores nos tienen acostubrados. Esto hace que, en algunos momentos, ciertos atrevimientos formales entren rozando un poco la fina línea que separa lo autoral de lo kitsch, aunque por suerte nunca la traspasan (aun así, más les vale vigilar en su siguiente obra). En definitiva, una obra rica y memorable, pero que acusa un cierto desgaste y reiteración autoral por parte de estos jóvenes directores.

En cuanto a género documental, poco hemos visto en estos últimos días. Sólo una obra, "Caniba" de Verena Paravel y Lucien Castaing-Taylor, una propuesta de muy interesante punto de partida pero que naufraga por culpa de su excesiva pretenciosidad, motivo por el cual busca lo morboso antes que lo honesto y lo formal antes que lo ético. Eso tambien le lleva a estirar hasta el tedio cada una de sus escasas situaciones, muchas de ellas faltas de suficiente interés como para mantener el pulso narrativo, por más que todas sean muy potentes a nivel conceptual (no así en cuanto a ejecución y resultados). Al final, queda la sensación de que es un trabajo que, pese a buscar insistentemente el impacto, solo lo conseguirá provocar en aquellas pocas personas que sean especialmente sugestionables, siendo pues mediocre a ojos del resto del público.

Por último, aunque no la hemos visto aquí (la vimos en Cannes) no podemos dejar de destacar la proyección de "Poesía sin fin", de lo mejor de esta edición. Una obra rebosante de creatividad, lirismo y brillante comicidad, que pone de manifiesto la madurez artística de un genio como Alejandro Jodorosky, uno de los pocos cineastas vivos capaces de ofrecer una película tan arrebatadoramente libre como esta. Segunda entrega de la saga iniciada por la magistral "La danza de la realidad", resulta dificil poder hablar de ella en pocas líneas, debido a lo desbordante de su propuesta, pero no podemos dejar de recomendarla encarecidamente como una de las películas más personales e irrepetibles de los últimos años. Pura magia.


Sábado 14 (palmarés oficial)

"Jupiter’s Moon" de Kornél Mundruczó se ha llevado el reconocimiento que merece, pues sin duda ha sido una de las mejores películas de la sección oficial de este año. Y no solo por su contundente dirección y efectos especiales, sino por su urgente reflexión sobre la gran crisis que atraviesa Europa actualmente, tanto a nivel social como existencial. Por lo demás, el palmarés ofrece a grandes rasgos una buena muestra de todo lo bueno que hemos visto durante estos días, aunque se queden fuera -como siempre- obras que también merecían mayor suerte. En todo caso, recordad que tenéis nuestras crónicas para poder descubrir esas otras películas destacadas de esta edición.

Aquí tenéis el palmarés oficial.


Por nuestra parte, aquí acabamos la cobertura de este Sitges 2017. Han sido días intensos en los que hemos disfrutado de lo mejor de la cosecha fantástica del momento, en un año donde han lucido mejor las pequeñas sorpresas y que de nuevo ha ofrecido películas y momentos para el recuerdo, incluídas unas retrospectivas irresistibles. Nos vemos el año que viene. Hasta entonces, ¡salud y cine!

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