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Empieza Sitges'16

Javier Rueda

Empieza Sitges'16

Ayer abrió sus puertas la 49 edición del Sitges Festival Internacional de Cinema de Cataluna, en un año donde no abundas las películas "grandes", algo que da aun más espacio a descubrir nuevos autores y propuestas de lo más sugerente. Sin duda, esta amalgama de obras independientes y caras nuevas es uno de los habituales puntos de interés del certamen, albergando muchas pequeñas joyas que bien merecen ser descubiertas.

Y para muestra un primer botón, la sensacional "Under the shadow" (Babak Anvari, 2016), nada menos que una película de terror iraní que, sirviéndose de los códigos del subgénero de presencias demoniacas, plantea una poderosa alegoría en clave femenina sobre el auge de la religión en el Irán post-revolucionario de los 80. Interesantísima ya sólo por lo ambicioso de su propuesta, el film encuentra además potentes soluciones visuales para reflejar el proceso psicológico de la protagonista, en una evolución que va en paralelo a la propia historia del país y que ofrece un epílogo tremendamente bien cerrado y cargado de simbolismo, clara referencia a una victoria que resultó pírrica para la mujer persa y que devino mucho más aterradora que la propia ficción paranormal. Y todo ello aderezado con buenos sustos y una atmósfera notablemente aterradora, ya que también funciona de maravilla como obra de entretenimiento. Una de las perlas de este Sitges 

Otra buena muestra ha sido la producción catalana "La propera pell" (Isaki Lacuesta e Isa Campo, 2016), una muy buena aproximación al drama intimista, en donde la aparición de un hijo dado por perdido ocho años atrás desencadena un doloroso proceso de búsqueda de identidad, a través de la revisitación del pasado y del descubrimiento de olvidados secretos familiares. Filmado al estilo y paisajes habituales de Marc Recha, cuenta con grandes interpretaciones del siempre entregado Sergi López y en especial de una portentosa Emma Suárez.

No nos vamos muy lejos para hablar de "Colossal" (Nacho Vigalondo, 2016), cuarto largometraje del director cántabro y de nuevo una propuesta marca de la casa que parece increíble que pueda funcionar. Mezcla de inteligente aproximación referencial al género de los kaiju eiga -películas japonesas de monstruos gigantes- y relato de superación personal de un personaje femenino en su relación con el alcohol y su empoderamiento repecto de los hombres, de todo cabe en este film, desde la comedia al drama, pasando por la fantasía, la acción y hasta unas pequeñas gotas de thriller de superhéroes. De hecho, en última instancia se podría considerar una especie de versión kaiju-indie de "El protegido" (M. Night Shyamalan, 2000), al mostrar la construcción de un héroe y de un villano a través del desarrollo costumbrista de un par de personajes comunes. Y que quede claro, no es una obra perfecta, ninguna de Vigalondo lo es, pero si algo demuesra su filmografía es que de las imperfecciones pueden surgir películas únicas e irrepetibles. Como esta.

Y como no hay dos sin tres, no nos movemos del país para hablar de "Proyecto Lázaro" (Mateo Gil, 2016) una interesante propuesta de ciencia ficción "softcore" cuya voluntad humanista y ambicioso -mas no pretencioso- poso existencial nos ayuda a pasar por alto sus errores de planteamiento. Por tanto no la considero una película fallida, puesto que consigue plantear las preguntas y generar la reflexión, siempre con la mejor de las intenciones, sino que precisamente por lo elevado de las cuestiones tratadas se le echa en falta un mayor rigor a la hora de decidir sobre guión los puntos de partida, las restricciones y los mecanismos narrativos que han de blindar su coherencia y su capacidad para la universalidad. En ese sentido, su mayor problema es caer en la trampa de buscar la justificación del discurso a través de la comparación entre dos situaciones con muy desigual punto de partida (lógica de "si B-futuro no, entonces A-pasado si"), el llegar a la trascendencia desde el fracaso cuando hacerlo desde la iluminación es mucho más inclusivo, y el plasmar que la vida es el propio sentido de la vida mostrando solo momentos de felicidad, dejando los momentos de tristeza sólo como parte del desarrollo de trama romántica. Aun así, como decía, es una película bienintencionada, con buenos momentos de género y que plantea un discurso elevado desde la humildad, que además difiere de otras propuestas con similar objeto de estudio en que su prisma es exclusivamente ateo-materialista, sin ningún poso judeocristano.

Cerramos este recorrido por el cine patrio visto ayer y hoy en Sitges con "Inside" (Miguel Ángel Vivas, 2016), de lejos la peor de todas ellas pese a ser la escogida para inaugurar el festival. Sorprendentemente mala, añadiría, siendo un remake de "À l'intérieur" (Julien Maury y Alexandre Bustillo, 2007) escrito en parte por Balagueró y dirigido por quien ya demostró su gran capacidad para el subgénero de los "home invasion" con aquella pequeño gran thriller de terror llamado "Secuestrados". Si la original guardaba gran parte de su interés en su adolescente y provocador uso de una violencia vinculada además al instinto maternal, así como en la construcción de un personaje antagónico realmente perturbador y que a la postre tenía su propia motivación existencial, en la insula copia que nos ocupa no hay nada más que un guión lleno de incoherencias y falto de chispa, muy conservador en cuanto a violencia y cuya villana es sólo una sicópata más. Añádele una dirección que se aplana conforme avanza el metraje y un final sorprendetemente mal resuelto y totalmente fuera del registro del resto del film.

Entre otras que hemos visto, destacamos la sugerente "Mientras ellas duermen" (Wayne Wang, 2016), basada en el relato homónimo de Javier Marías, un viaje parcialmente atmosférico y sensorial por los procesos de la atracción y la creatividad artística, al que por desgracia se le notan demasiado las costuras del proceso de adaptación del texto literario; así como la serie b "The Void" (Steven Kostanski y Jeremy Gillespie, 2016), una desprejuiciada y muy bien realizada celebración del cine de género, que referencia desde el respeto numerosos lugares comunes y que recrea la esencia y situaciones de filmes de directores como John Carpenter ("La cosa", "Asalto a la comisaría del distrito 13", "El príncipe de las tinieblas"), Clive Barker ("Hellraiser") o Lucio Fulci ("El más allá").

Menos interesantes han sido "Shin Gozdilla" (Hideaki Anno y Shinji Higuchi, 2016), pese a que es quizás la versión que mejor recupera la esencia de la obra maestra original de Ishiro Honda, usando la amenaza de un monstruo gigantesco para hablar de la coyuntura política y social del país, así como la que ofrece los más espectaculares momentos de apocalipsis urbanita, si bien alarga demasiado su metraje y acaba tornando su sátira política en un alegato nacionalista que da bastante repelús; y "The Lure" (Agnieszka Smoczynska, 2015), un extravagante musical de terror que, pese a tener alguna buena idea en torno al imaginario de las dos sirenas protagonistas, acaba por perder la gracia a los veinte minutos de metraje.

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