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Crónica del sábado 8

Sergi Marí

Crónica del sábado 8

Kim Ki-duk es un habitual del festival. Nunca ha asistido en persona, pero los que llevamos años acudiendo no nos perdemos ninguna de sus proyecciones, a sabiendas de que es un valor seguro y que, aunque ya lo conozcamos de memoria, siempre consigue emocionar e implicar al espectador de una forma a menudo incómoda y dolorosa. Algunos dirán que somos algo masoquistas, y puede que sea verdad, pero las vivencias que nos mete en el cuerpo el cine de Kim Ki-duk son difíciles de olvidar, y a menudo tan viscerales como hermosas.

El día comienza para nosotros con una reposición, la película inmediatamente anterior a su glorificada Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera. Se trata de The Coast Guard, y aunque no se la reconoce como una de sus mejores (en lo que estoy de acuerdo), merece mucho la pena su visionado.

De una forma distinta a la utilizada por Park Chan-wook en Joint Security Area, pero con un mismo problema de fondo, Ki-duk analiza el conflicto norsurcoreano a través de los ojos de uno de sus protagonistas directos, un soldado cuya misión es vigilar la frontera e interceptar la incursión de posibles espías. Este compromiso para con su patria se convertirá en obsesión, agravada por el sentimiento de culpa cuando ejecute por error a un joven inocente.

Con un inicio bastante irregular, la película cada vez se toma más en serio y coge las riendas de la historia, concentrándose en la crisis interna del soldado y dejando de lado contextos espaciotemporales ya innecesarios para el razonamiento ideológico que transporta. El tercio final, alargado pero solemne y profundo, acaba de convencer al espectador de lo notable del filme, dejándole con ganas de experimentar la siguiente obra del autor, que con éste hace ya 3 años que no rueda.

Cambio de sala, nos vamos a nuestro amado/odiado auditorio del CCCB, para contemplar lo que se está convirtiendo en tónica del festival. En cada edición, una película colosal, primero en cuanto a metraje, pero también como obra audiovisual. El año pasado tuvimos el privilegio de contemplar Love Exposure, de Sion Sono. No hablaré de ella porque las palabras no alcanzarían, pero dudo equivocarme si digo que es lo mejor que he visto en todos los años que llevamos de BAFF, que ya son muchos. Redonda en todos los sentidos, osada como pocas, y con una sensación final de que sus 4 horas se te han hecho cortas. La que hemos visto hoy, Café Noir, no está a su altura, pero tampoco se le aleja demasiado.

Es complicado hablar de esta película. La calificaríamos mejor como experiencia, y no como historia narrada con medios audiovisuales. Cada uno la percibirá de una forma distinta, la interiorizará y conectará pasionalmente con ella, o saldrá de la sala. Creo que se nota que yo fui de los primeros.

El film está dividido básicamente en dos mitades, aunque podrían identificarse varias más. La primera, más 'coherente' y acorde con la narrativa clásica, describe la historia de amor secreto y relativamente inconfeso de una pareja que no puede serlo. La segunda, hecha ya con un espíritu experimental, de auténtico arte y ensayo, y alejada de cualquier complejo, es un regalo para los sentidos. Planos secuencia de más de veinte minutos con una sola acción, sin diálogo y mostrando una sola acción, y que a la vez entusiasmen al público, hay pocos. Escenas de danza que consiguen divertir y emocionar, monólogos eternos e inconexos que cautivan y dejan con ganas de más. Eso y más ofrecen sus 200 minutos que, visto lo visto, se hacen cortos.

Como dijimos, una auténtica vivencia, a la que uno tiene que prestarse sin tapujos ni prejuicios. Sin duda, de lo mejor que hemos podido contemplar en todo el festival.

Críticas y reseñas

  • Aurora

    dir: Adolfo Alix Jr

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  • Cafe Noir

    dir: Jung Sung-il

    reseña
  • Our Brief Eternity

    dir: Takuya Fukushima

    reseña
  • The Coast Guard

    dir: Ki-duk Kim

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