Simón Andreu, Maribel Martín, Alexandra Bastedo, Dean Seamler, M. Rosa Rodriguez
Años ha, en plenos 70, en España se vivió un boom del cine de terror de género, muy parecido al que actualmente vivimos gracias a cineastas como Balagueró, Plaza o Amenábar. En esos años, hubo artesanos que se dedicaron principalmente a este tipo de cine. Paul Naschy, Leon Klimowsky o Juan Piquer Simón llegaron incluso a gozar de cierto éxito internacional. Por entonces, algunos cineastas de prestigio también decidieron probar fortuna en el género. Es el caso de Jorge Grau, o en el caso que nos ocupa, Vicente Aranda.
“La novia Ensangrentada” se encuentra basada en la novela “Carmilla”, de Sheridan Le Fanu, que inspiró por esos años muchas películas de componente erótico-vampírico. Como se puede suponer entonces, la historia trata sobre la relación vampírica que se establece entre dos mujeres, salpicada por grandes dosis de erotismo. Susan, es una esposa reciente, que se ve algo turbada por las fantasías sexuales de su marido. En su luna de miel, los dos van a pasar unos días en la mansión familiar de la familia de él. Poco a poco, aparte de la turbación que le provoca la intensa actividad sexual, le inquietarán las historias sobre una antigua antepasada de la familia, Mircalla Kanstein, que años ha apareció en su noche de bodas con un vestido cubierto de sangre al lado del cadáver de su marido. Todo irá a peor cuando una extraña, Carmilla, sea rescatada en la playa por su marido. La relación entre Susan y la recién llegada irá mucho más allá de las normas de hospitalidad.
Cercana ya la muerte de Franco, Aranda se atrevió aquí a hacer un thriller sexy, con abundancia de desnudos y de escenas violentas. Quizá, en el tema de los desnudos, se le fue un poco la mano, por que hay muchos que hoy en día consideraríamos totalmente gratuitos. Su guión resulta endeble en algunos momentos, ya que se notan algunas incongruencias, pero dado el tipo de obra que es, este hecho no resulta determinante. El trío protagonista cumple con sus papeles a la perfección, ajustándose muy bien a la sensualidad y el escalofrío que predomina en la atmósfera del metraje. Y ciertas escenas, como la primera aparición oficial de Mircalla, son cautivadoras visualmente.
Como conclusión, podemos decir que la propuesta de Aranda, a pesar de ciertos puntos débiles en la historia, es indudablemente superior a muchas de las que nos ofrecieron varios contemporáneos, y vale la pena aunque solo sea por su categoría de rareza entre la filmografía del veterano director.