Srdjan Todorovic, Sergej Trifunovic, Jelena Gavrilovic.
A Serbian Film ha sido prohibida de manera cautelar en nuestro país, bajo una acusación injusta e hipócrita. Valga nuestro análisis del film como reivindicación del mismo y de la libertad artística en general.
Sin duda una de las películas más
esperadas de todo festival que la programe, “A Serbian Film” de Srdjan Spasojevic consigue
lo que muchas películas querrían para sí mismas, es decir, no
dejar indiferente a absolutamente nadie. Si ha provocado tal controversia ha sido
ofreciendo un intenso drama lleno de violencia y aderezado con diversas
pinceladas de gore y pornografía, siendo para muchos un envoltorio vacío cuyo
propósito es simplemente provocar. Pues bien, reconozco que el film no es tan
explícito como se anunciaba -si bien se ha tendido a pasar por alto que sí que
es un film extremadamente hiriente para todo público de moral sensible- y
también doy fe de que el desarrollo narrativo puede resultar algo anodino en sus preámbulos, mas
bajo mi punto de vista “A Serbian Film” va mucho más allá de un simple
ejercicio de marketing y consigue transmitirnos un (fácilmente descifrable)
trasfondo político que, siendo mucho más emocional que discursivo, nos hace
sentir la rabia e impotencia que produce en el pueblo serbio no solo su desolador panorama social actual sino su trágica
historia reciente.
Por tanto, quizás el motivo de la incomprensión hacia este film se deba a que no
pretende hacernos reflexionar (la falta de discurso suele molestar a más de
uno) sino “solo” transmitirnos un estado de ánimo, haciéndonos así participes
en última instancia de una tragedia en la que además se nos señala cuando menos
como cómplices por omisión. También es palpable su reflexión sobre la
banalización de la violencia y su uso como entretenimiento, en una sociedad que
demanda cada vez cosas más reales relativizando a su vez el alcance trágico de
“lo real”.
Así pues, en estos dos últimos aspectos radica para mí el interés de este film,
pues sin ser agradable de visionar ni especialmente divertido sí que constituye
en sí mismo una especie de catarsis metacinematográfica en torno a uno de los
capítulos más duros de la reciente historia de Europa, plasmada en un duro
relato en el que la sensación de “no futuro” asfixia a sus personajes hasta el
final, sin concesiones ni empatía. Es imposible pasarlo bien con el film, pues
como se dice en cierto momento del metraje: “aquí todos somos víctimas”.