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Crónica Terrormolins IV: las 12 horas de terror

Crónica Terrormolins IV: las 12 horas de terror

La última crónica del Festival de cine de terror de Molins de Rei la vamos a destinar a la jornada del sábado 18 de noviembre, dedicada a la maratón de doce horas de cine de terror.

Por Laura Comellas



Llegó por fin el momento de la mítica maratón, un referente indiscutible del festival, y la cosa no pudo empezar más por todo lo alto que con "Les affamés", de Robin Aubert, película que abrió la jornada y que realmente consiguió cautivarnos de principio a fin. Un inicio que, como no podía ser de otra forma, fue precedido por la primera de las performance que nos regala cada año el festival, en esta ocasión inspirada en "Funny Games" (Michael Haneke, 1997/2007) y, en concreto, en su célebre escena de los huevos. Una representación que contó además con la interacción del público asistente. Igualmente, para presentar la proyección, se recurrió a la que ha sido la novedad de este año en todas las sesiones, un magnífico mapping proyectado a ambos lados del escenario y que, durante toda la noche, repasó tanto aspectos del autor austriaco como de las películas que se vieron.




Y ahora si, entramos en materia para hablar del primer film de la baraja. "Les affamés", una sobria película de zombies que sigue la senda de la alusión y la elegancia, evitando la violencia directa, tal como pudimos ver en producciones indies como la también magnífica "The battery" (Jeremy Gardner, 2012). Ambas apuestan por una cadencia pausada que fortalece la creación de tensión, una especie de calma tensa, que se apoya en una bella localización -quieta pero salvaje-, convirtiéndola en la verdadera protagonista de la película, en un acto de pura personificación. En ella, lo siniestro está en los parajes canadienses, más que en los muertos vivientes en sí.



Este ritmo a fuego lento deja espacio para el desarrollo de sus variados personajes que, como una especie de puzle van conectándose entre sí. A través de sus actos y de cómo van relacionándose, Aubert hará un análisis de temas tales como las relaciones familiares, las oportunidades perdidas, el amor, etc. A todo esto, le tenemos que añadir el acertado diseño de sus carismáticos personajes, así como sus excelentes actuaciones, ya sea tanto de sus actores principales Marc-André Grondin ("C.R.A.Z.Y.", de Jean-Marc Vallée) y Monia Chokri ("Los amores imaginarios", de Xavier Dolan), como del resto del elenco.

Otro de sus puntos fuertes: sus refrescantes pinceladas de humor negro, que rompen con el tono denso del conjunto. En definitiva, una joyita de fotografía impecable, austera en violencia pero de una afilada tensión.



El segundo film de la noche fue "Revenge", de Coralie Fargeat, un rape&revenge con una soberana potencia visual pero desproporcionada hasta límites insospechados. La trama es simple: un apartamento de lujo en medio de un desierto, tres hombres casados que quieren ir de cacería y una atractiva joven. Lo que aparentemente promete diversión, de repente se complica para la protagonista femenina. No obstante, la venganza es una droga y la heroína pasará de ser víctima a verdugo, con la ayuda de una especie de milagroso peyote.

Como ya hemos avanzado antes, lo mejor de la película es su cinematografía, así como una narración de ritmo veloz y progresivo, bien medido, a pesar de que se vuelve algo loco y bizarro hacia el final del film. No obstante, la trama es lo que es, plana a rabiar. Y tampoco suma su excesiva predecibilidad y un cúmulo de inverosímiles despropósitos salidos de un mal viaje opiáceo.

Quienes tildan de película feminista a "Revenge" lo hagan posiblemente debido a que su protagonista es feminino y a que su directora es una mujer. No obstante, podríamos afirmar que es una mujer con una visión cinematográfica muy seminal y testosterónica. En ese sentido, parece que si no sale cada diez minutos un descarado primer plano de las posaderas de una muy laracroftiana Matilda Anna Ingrid Lutz, como que el público se siente huerfano de carne.

En definitiva, el trabajo de la realizadora francesa es una locura argumental en la que sus personajes se transforman de la noche a la mañana, en base a un guión repleto de huecos y de situaciones exageradas, pero si obviamos todo eso logra resultar una divertida salvajada, cuyos excesas consiguen sacarte unas buenas carcajadas.



La tercera película fue la que el jurado internacional eligió como ganadora del festival, "The Lodgers" de Brian O’Malley, realizador irlandés del que teníamos muy buenos recuerdos gracias a su anterior trabajo "Let us prey", que también pudimos ver en la edición de 2014 del TerrorMolins. Sin embargo, su nuevo trabajo nos ha dejado un regusto a hiel, pues lo que en teoría debería de ser un espeluznante film de terror gótico irlandés lleno de misterio, en realidad es una simplona historia melodramática que tiende al tedio, al sinsentido y, en definitiva, al completo aburrimiento.

Sin duda, el punto fuerte de la película es su gusto estético, con una escenografía para nada reprochable. No obstante, se queda en simple fachada bonita, debido a que la historia carece de ningún sentido. O’Malley juega a la elusión. Reserva y enmascara información para lograr conseguir suspense, pero ese continuo juego referencial cansa pasada la primera parte de la película. En consecuencia, se podría afirmar que es un filme mal aprovechado, repleto de alusiones que se eternizan y que al final no van a ningún lugar. Asímismo, se abren diferentes líneas argumentales que resultan no llevar a ningún puerto, dejando en simples esbozos personajes y tramas secundarias que pudieran ser más interesantes que la principal.

En definitiva, una película torpe, con no muy grandes actuaciones y llena de debilidades. Sorprende que fuera galardonada con el Gran Premio, debido a la superioridad de muchas otras producciones.



La película sorpresa, en donde el festival siempre nos trae algún clasicazo que bien merece la pena redescubrir, nos brindó la oportunidad de gozar con la obra de culto "The crazies" (1973), proyectada también como homenaje a su director George A.Romero, recientemente fallecido. Una película de bajo prespuesto que, bajo la excusa de una plaga biológica, contruye una acertada sátira en torno al control y la paranoia social, pormomento muy divertida y desternillante, pero con gran carga reflexiva.

Fiel y comprometido con su temas, se podría decir que el realizador de "La noche de los muertos vivientes" (1968) intercambia aquí zombies por infectados homicidas, porque al final lo importante en sus películas son las personas, como se relacionan entre ellas y como son atentadas por la autoridad, un ente que en sus obras siempre abusa de su poder. Una obra imprescindible para todo amante del género.



La noche encaró su recta final con sus dos últimas proyecciones, separadas por el último de los descansos, en donde apurar las gotas de cafeina que nos quedan.

La penúltima obra fue la canadiense "Game of death", de S.Landry y L. Morais-Lagace, una especie de slasher en donde el asesino es un juego de mesa ochentero aparentemente inofensivo. En ella, es verano y siete amigos deciden pasar unos días en el apartamento de uno de ellos. En principio todo promete ser fiesta, alcohol y sexo, sin embargo encuentran por casualidad el Juego de la Muerte, un inocente pasatiempo que resultará ser muy real y que los llevará a iniciar una espiral de violencia de la que les será muy dificil salir.

Así como el año pasado la película "Beyond the gates" de Jackson Stewart nos hizo viajar a nuestra adolescencia en una clara referencia al popular juego "Atmosfear", "Game of death" sigue esa misma línea de la nostalgia ochentera, en lo que es ya una moda que parece que nos va a acompañar durante unos cuantos años más. El target está claro, un público que o bien ronda los cuarenta o que es fan de lo vintage, atraídos por esta nueva ola liderada por películas como "Turbo kid" (2015) o la popular serie "Stranger Things".

Huelga decir que formalmente la película tampoco tiene mucho brillo, resultando en ocasiones arrítmica y repetitiva. No obstante, sus guiños plagados de tímido humor negro, así como su escaso metraje, hacen que su visionado resulte ameno, en especial a esas horas de la noche y con una sala llena hasta la bandera y ávida de desprejuiciada diversión splatter. Así pues, misión cumplida.



Y llegamos al final, solo apto para los valerosos que pudieron dominar el peso del sueño, quienes se hicieron unas buenas risas con la película "The night watchmen", de Michell Altieri. Payasos asesinos y zombies vampíricos son los ingredientes de un modesto filme que consigue dar lo que promete: diversión sin grandes exigencias.

El film, con intensos aromas a "Bloodsucking Bastard" (Brian James O’Connell, 2015), relata las abizarradas aventuras de un grupo de vigilantes nocturnos, que se verán asediados por una horda de payasos-zombies-vampiros sedientos de sangre. Como se puede intuir, argumentalmente, no estamos frente a nada intrínsicamente profundo y original, pero su cachondo punto de partida y su divertido desarrollo suponen un buen broche final para cualquier festival de terror que se precie.

Así pues, mediante el uso de un ritmo holgadamente ágil, el carisma de sus protagonistas, su sentido del humor y grandes litros de sangre, la película de Altieri logró que el TerrorMolins diera fin por todo lo alto, dejando, sin lugar a dudas, muy buen sabor de boca.

Y así acabó la maratón, después de 12 intensas horas de emoción y disfrute. Una noche que fue también emotiva, tanto por el homenaje a George A. Romero como por el mapping que precedió a la última proyección, a mayor gloria del mayor pecador de la pradera, el fistro de Chiquito de la Calzada, a quien el festival también quiso dedicar unos minutos de recuerdo. Ahora nos toca esperar un año para la siguiente edición, con ganas de volver a disfrutar de este gran festival. Allí nos veremos.

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