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Inicio de semana en Sitges

Javier Rueda

Inicio de semana en Sitges

Llevamos ya cuatro días de certamen y se mantiene la tónica de una edición en la que, de momento, lo que más sorprende es la gran presencia de obras de género no fantástico. A falta de ver las nuevas películas de Cronenberg, Mickle, Du Welz o Ki-Duk, sin duda pesos pesados que pueden decantar la balanza, a día de hoy podemos afirmar que la calidad general de la programación está un punto por detrás de la de los dos años anteriores.

De lo que hemos podido ver en las dos últimas jornadas destacamos en primer lugar "I Origins", de Mike Cahill, director de la también excelente "Another Earth" (2011), buena muestra de cine independiente sensible y sin vergüenzas a la hora de plantear ciencia ficción reflexiva y mínimamente trascendente. En ella destaca ante todo un muy buen planteamiento de una cuestión tan filosofica como la dicotomía entre fe/religión y lógica/ciencia, desarrollada de manera que sea accesible para un público no necesariamente acostumbrado a este tipo de propuestas. Claro que querer llegar a un público generalista genera algunos problemas, como por ejemplo saltarse ciertas reglas necesarias para asegurar el rigor de tan elevado discurso, cosa que si bien puede molestar -y con razón- a puristas del pensamiento filosófico no es menos cierto que se sobrelleva gracias al buen hacer del director a la hora de suplirlo con una emocionante carga dramática.

Otro acierto es la dirección de actores, sin duda marca de la casa del autor, en donde el elenco protagonista brilla con luz propia, en especial Michael Pitt, sobre cuyas espaldas recae todo el peso de la película. Cahill le saca todo el jugo posible, plasmando con sutil ambigüedad el proceso sicológico que lleva a un científico el plantearse la fe como salida al gran trauma de su vida, con el proceso de negación/aceptación que ello conlleva. Es por ello que, aunque durante el film se perdona a Cahill el poso new age con el que impregna el relato, duele sobremanera la manera en que decide resolver la historia en los últimos minutos de metraje, posicionándose claramente y de manera tendenciosa cuando lo más honesto e inteligente hubiera sido ofrecer al espectador la oportunidad de decidir por su propia cuenta. Así pues, a la postre, el discurso de la película se resiente, pero ello no nos ha de hacer desmerecer las muchas virtudes que atesora a lo largo de su desarrollo.

Mucho menos interesante pero ciertamente entretenida ha resultado "The Guest", del sobrevalorado Adam Wingard, en donde la sorprendente interpretación de Dan Stevens hace que esta narrativamente simplona serie B ochentera se aprecie más de lo que realmente ofrece. Y es que incoherencias de guión a parte, puesto que aquí lo de menos es el rigor y lo importante el entretenimiento sin ínfulas ni complejos, hay que reconocer que su imposible trama atrapa en su simpática simplicidad, ofreciendo una comedia ligera que a la postre deriva en un forzado -pero igualmente gracioso- thriller de terror. O lo que es lo mismo, Wingard sigue sin inventar el pan pero demuestra -esta vez por fin si- el suficiente oficio como para divertirnos con algo tan a priori mínimo como esta "The Guest".

Uno de los platos fuertes de esta edición fue el pase único de "Magical Girl", de Carlos Vermut, la gran triunfadora del pasado festival de San Sebastian. Y es que todo alago que pueda dedicársele es merecido: rigurosa puesta en escena, reparto muy bien elegido, discurso claro y contundente, thriller bien medido... Vermut se reivindica como un autor a seguir y sin duda ofrece un soplo de aire fresco dentro de la cinematografía de este país. Con numerosas referencias al mundo del cómic y en general a la cultura asiática, uno no puede más que quitarse el sombrero ante la pericia con la que el director calza subtexto dentro de un relato que podriamos denominar como thriller costumbrista. Una de las películas del año.

Otra película destacable ha sido "Starred up", de David Mackenzie, un thriller carcelario que, sin ser la quintaesencia del género, ofrece dos puntos de interés poco transitados: por una parte, la plasmación de la conducta agresiva-impulsiva como resultado de un desorden sicológico, por tanto despojando al reo de connotaciones malvadas, cosa que a la postre sirve a la audencia para entender el significado de algo por lo general tan poco popular como es el concepto de la "rehabilitación". Por otra parte, aun más destacable, el establecimiento de un conflicto paterno-filial dentro de un contexto tan complejo como el de una prisión, algo ya utilizado en un film como "En el nombre del padre" (Jim Sheridan, 1972) pero aquí despojado totalmente de discurso político.

Sin ser ni mucho menos redonda, hemos disfrutado con "A girl walks home alone at night", de Ana Lily Amirpour, una de aquellas películas que solo pueden ser vistas en festivales y que justifican con su presencia la existencia de estos. Tremendamente desequilibrada a nivel de ritmo y estructura de guión, con numerosos conceptos interesantes pero poco desarrollados, no se le puede negar su hipnótica propuesta formal, en un trabajado blanco y negro que ayuda a sumirnos en una atmósfera tan particular como cautivadora. En resumidas cuentas, una comedida y aburguesada extravagancia que ofrece una sensorial recompensa a los que consigan entrar en su ciertamente caprichoso juego seudo referencial.

En un terreno menos interesante podemos hablar de dos películas que comparten un fallido intento de mezcla intergenérica. Nos referimos a "The Voices", de Marjane Satrapi y "Stereo", de Maximilian Erlenwein. La primera, una comedia comedidamente sangrienta en la que su minúscula trama intenta ser expandida con retazos de drama sicológico calzados de manera totalmente forzada. Y eso que Ryan Reynolds se esfuerza en construir un personaje hilarante, pero la falta de punch cómico del relato se hunde del todo debido a la sobreutilización de animales parlantes como único recurso pretendidamente original. Por su parte, poca cosa destacable en la producción alemana "Stereo", una suerte de remedo de "Una historia de violencia" (David Cronenberg, 2005) lastrada por las propias carencias del director así como por un guión que se empeña en aportar una dimensión de drama sicológico -amigo imaginario mediante- a un guión que a la postre no ofrece nada de la sordidez y acción que promete. En definitva, un aburrido coitus interruptus.

Tampoco ha ofrecido mucho más "Réalité", de Quentin Dupieux, nueva obra de este enfant terrible del cine francés que sigue en sus trece de vender su repetitivo estilo dadaista a precio de meditado cine de autor. Aun así no cabe duda que encandilará a sus entusiastas seguidores, a la vista de las risas y aplausos que se han escuchado en la sala de cine, como ya pasara con sus anteriores obras, de entre las que destaco únicamente "Wrong" (2012) y en menor medida "Wrong Cops" (2013), en ambos casos sin excesivo entusiasmo.

Por último, en el terreno documental, hemos podido disfrutar de dos panegíricos sobre la difunta Cannon Films, "The Go-Go Boys: The Inside Story of Cannon Films", producido por los propios artífices de la Cannon, y "Electric Boogaloo: The wild, untold story if Cannon Films", de Mark Hartley, una propuesta muy similar pero algo más cuidada y más entretenida. En cualquier caso ambos hacen debida cuenta de lo que fue la creación, auge y caída de la mítica productora de género de explotación, sin la que la infancia de muchos habría sido mucho más aburrida. Sin duda, Chuck Norris, Charles Bronson o Michael Dudikoff le deben gozar de la repercusión popular que atesoran hoy en día.

Críticas y reseñas

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