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Primer día en Sitges

Javier Rueda

Primer día en Sitges

La edición de este año del festival de cine fantástico por antonomasia se ha puesto de largo con la proyección de "REC4", la esperadísima cuarta entrega de la saga homónima, esta vez está dirigida en solitario por Jaume Balagueró, quien suele ser sinónimo de buena calidad. Y hago hincapié en el "suele" porque por desgracia estamos ante la que a todas luces es su peor película ("OT" no cuenta como obra cinematográfica).

Así pues, no esperéis encontrar la tensión y adrenalina de las otras dos entregas firmadas junto a Paco Plaza, tampoco su sentido grueso del humor mas al mismo tiempo juguetón, porque "REC4:Apocalipsis" tiene tantos defectos que lo único bueno que podemos destacar es la gran labor realizada por Pablo Rosso en su apartado visual. De hecho, durante la proyección uno tiene la constante sensación de que Balagueró no ha disfrutado especialmente realizándola, siendo muchos los momentos en los que la cámara simplemente está ahí para contar la historia, sin mayor interés en provocar emociones o demostrar el buen director que por lo general es.

Ello deriva en situaciones mal planteadas y resoluciones toscas, heredadas de un guión que hace aguas al intentar aprovechar ciertas ideas que, sin ser brillantes, podrían haber aportado mayor interés de haber sido desarrolladas con más tino. Para más inri, las actuaciones de gran parte del reparto son más bien pobres, alentadas por unos diálogos mediocremente expositivos y una dirección de actores que brilla por su ausencia. Y claro, todo ello podría haberse camuflado con un desarrollo ágil plagado de acción y gore, que es lo que uno espera de una propuesta con semejante título, pero sus reiteradas escenas de diálogos intrascendentes invitan al naufragio (nunca mejor dicho), también un montaje que aunque esforzado no consigue salvar la debacle de rodaje que se intuye. Sin duda, nunca el "Apocalipsis" fue tan light y aburrido...

El día ha mejorado sustancialmente con "The Babadook", película de terror sicológico que, sin ser redonda, consigue plasmar con atino el descenso a los infiernos de una madre viuda que aun no ha aceptado la muerte de su marido. Son varias las cosas destacables del film, empezando por la gran labor actoral de Essie Davis, quien ofrece hasta cuatro registros bien diferenciados y progresivamente más complejos. El pequeño Noah Wiseman, que hace el papel del hijo, le va a la zaga, en un papel menos dificil pero igualmente merecedor denuestro reconocimiento, sobe todo teniendo en cuenta su corta edad.

Otro punto a destacar es su imaginería visual, que saca un gran partido de una muy buena labor de ambientación y sobre todo del diseño del Babadook, un personaje inolvidable por su sugestiva puesta en imagen. Inolvidables son todas sus apariciones, como inolvidable -por bello y macabro- es el libro que lo invoca, demostrando todo ello no solo una apasionada atención al detalle sino también una inteligente economía de medios que hace justicia a aquello del "menos es más". Sin duda, la sutilidad es algo que por lo general demuestra la aptitud del director, algo que en esta obra es perfectamente percibile en todo momento, con una mención especial para la última aparición del monstruo, un momento con connotaciones claramente Lovecratianas que pone el broche de oro a este apartado.

En definitiva, "The Babadook" es una película que, recorriendo la mayoría de miedos primigénios del ser humano, contruye un drama sicológico en donde la realidad y el sueño se mezclan de manera indisoluble, cosa que en lo narrativo supone en algun momento un pequeño laste en cuanto a coherencia argumental pero que, por contra, regala momentos de perturbador terror onírico. Un cuento de terror freudiano que deviene en una película que, si bien no es redonda, si que ofrece una muy buena atmósfera y algunos momentos claramente para el recuerdo.

Por último, hoy también hemos podido ver "The Quiet Ones", una nueva producción de la resucitada Hammer Films. De pretendida representación setentera, precisamente es ese cierto intento riguroso de recrear las maneras del cine tipo "La leyenda de la manión del infierno" (John Hough, 1973) el que lastra en parte el conjunto, puesto que no solo está fuera de rigor su manera de afrontar "lo terrorífico", sino también la sicologia de los personajes y por tanto la resolución de sus respectivos conflictos. Aun asi no hay que desmerecer que en su presentación y parte de su nudo consiga transmitir la atmósfera de la época, en donde la seriedad y el respeto por el género eran totales, pues son esos momentos, esos primeros cincuenta minutos, aun con altibajos, los que hacen que tenga un mínimo de interés para una tarde de asueto.

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