crítica

City of Ember

City of Ember

Director

Gil Kenan

Intérpretes

Bill Murray, Tim Robbins, Saoirse Ronan, Mackenzie Crook, Martin Landau, Toby Jones, Harry Treadaway, Marianne Jean-Baptiste, Mary Kay Place

País

USA

Género

Fantasy

Por  

Tras ser una de las protagonistas del pasado festival de Sitges (al ser exhibida como clausura oficial del certamen), y habiendo pasado sin pena ni gloria por los cines estadounidenses, "City of Ember" (al que se le suma la coletilla "En Busca de la Luz") llega a las carteleras españolas con la entrada del 2009, convirtiéndose así en la primera película de aventuras infantil-juvenil del año (y la verdad, ojalá sea la última).

La acción de "City of Ember" se sitúa en un poco halagüeño futuro en que para sobrevivir, la humanidad (o lo que queda de ella) es obligada a vivir en una ciudad subterránea, brillantemente iluminada por un sinfín de farolas y el propio alumbrado de sus calles. Sin embargo, un buen día el gigantesco generador de la ciudad comienza a fallar, al tiempo que las primeras materias y bienes dan los primeros síntomas de escasez. Y es que la ciudad ha sido pensada para durar únicamente doscientos años, pero eso es algo que el pueblo desconoce ya que lamentablemente las instrucciones de la ciudad (y de cómo salir de ella) llevan años desaparecidas.
Con este panorama de intranquilidad y preocupaciones referentes a las Regiones Desconocidas situadas más allá de los confines de Ember, Lina (Saoirse Ronan, la niña repelente de "Expiación") y Doon (Harry Treadaway) tratarán de resolver los problemas del generador, no sin investigar sobre una posible salida de la ciudad. Sin embargo, no lo tendrán nada fácil, pues el alcalde Cole (Bill Murray) y su séquito (compuesto entre otros por Toby Jones y Mackenzie Crook) tratarán de incordiarles por activa y por pasiva, por lo que no será desaprovechada toda ayuda que puedan recibir del padre de Doon (Tim Robbins) o su compañero de trabajo (Martin Landau)...

Vaya por delante que seguramente "City of Ember" no sea ni mucho menos la peor película de acción y fantasía infantil que haya pasado por las carteleras.
Además del más que notable reparto encabezado por esa gran estrella incomprendida que es Bill Murray, la cinta cuenta con un diseño de producción espectacular que se acerca sin pudor al universo imaginario de Terry Gillian y (aunque algo más de lejos) Tim Burton, unos efectos especiales muy dignos y una trama a priori más interesante que las eternas peleas entre magos, orcos, goblins, y demás lindezas, basada en la colección de libros de Jeanne Duprau.
Además, y aunque suene a decisión no tomada por su director, Gil Kenan (segunda incursión al cine tras la cinta de animación "Monster House"), la película cuenta con una importantísima baza a su favor: una duración de apenas hora y media, alejada de excesos narnianos o brujulescos.

Mejor aún pintan las cosas cuando el espectador adulto descubre en los primeros instantes de metraje pinceladas de mensajes ocultos entre líneas, discursos que aluden a la explotación infantil, la opresión de la clase trabajadora, el ombliguismo de los poderes de la sociedad y demás. Como botón de muestra, ahí tenemos la arbitrariedad con que los infantes hipotecan su futuro, escogiendo el puesto de trabajo del resto de sus días mediante el juego de la mano inocente, esto es, leyendo su empleo en uno de los billetitos enrollados extraídos de una bolsa.

Todo ello invita por tanto a pensar en una producción entretenida, en la línea de "Las Crónicas de Spiderwick" (cinta cuya principal característica también radica en la brevedad), por poner un ejemplo.


Sin embargo, tales expectativas no tardan en desaparecer cuando al poco rato, los discursos adultos desaparecen en pros de la típica y tópica (y terriblemente manida a estas alturas) historia del niño(s) que se supera a sí mismo y a las adversidades (alguna de ellas trágica) para salvar a la humanidad mediante la fe en sus ideas e ideales.
La lucha del bien contra el mal, del adulto contra el pequeño que acaba siendo más adulto que el primero; los personajes mayores que no quieren crecer, los complejos de Peter Pan; la inocencia como arma imbatible.
Todos ellos temas universales en este género, que lamentablemente nadie, ni Caroline Thompson (guionista de ésta y de "Pesadilla antes de Navidad" o "La Novia Cadáver"), se atreve a tocar.

Obviamente, el interés del espectador desaparece por completo, asomando perezosamente la cabeza únicamente en el tramo final o cuando Bill Murray hace acto de presencia (y en menor medida Tim Robbins y Martin Landau, entre otras cosas porque aparecen mucho menos aún).
Sin embargo, el mayor problema del film no radica tanto en la previsibilidad del asunto, sino en la que es también su principal baza, la excesiva brevedad de su duración.
Y es que en vez de seguir un ritmo constante, "City of Ember" oscila entre la inactividad y el atropello, de manera que, aunque en realidad no evolucione en absoluto la trama, sus personajes casi parece que se muevan a doble velocidad, yendo de un lado para otro a toda prisa y sin casi tiempo para respirar.
Tan endiablado ritmo para no contar apenas nada, sirve para que el espectador desconecte casi por completo de la trama, dedicándose a digerir de la manera más rápida posible todo lo que su retina sea capaz de atrapar.

Y si remarco el casi, es porque el compositor Andrew Lockington acude al rescate con una banda sonora muy por encima de lo esperado, tal vez no a nivel cualitativo, pero desde luego sí a nivel de precariedad. Su música, presente casi en todo momento, en más de una ocasión acaba por erigirse como verdadero protagonista del film, llevando de la mano (del oído, más bien) al espectador al terreno que Kenan busca desesperadamente.

Decepcionante resulta, por tanto, esta "City of Ember". Contando con elementos más que de sobra como para ofrecer un nuevo matiz en el género infantil, la película opta por el sedentarismo y se limita a recorrer uno por uno todos los lugares comunes del mismo, sin tocarlos lo más mínimo.
Ello la convierte irremediablemente en un mediocre film que ni satisface, ni entretiene como es debido, ni justifica de manera alguna su propia existencia.
Con todo, por sus detalles técnicos, sus (medianamente) divertidos minutos finales, y su listado de actores, se salva de la quema quedando en una mediocridad más, ni mejor ni peor, de un género que nadie echaría de menos.

Por Carlos Giacomelli

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