crítica

Lords of Salem

Lords of Salem

Director

Rob Zombie

Intérpretes

Sheri Moon Zombie, Bruce Davison, Dee Williams, Meg Foster, Ken Foree, Maria Conchita Alonso.

País

EEUU

Género

Terror

Por Alex Turol

La película más polémica del pasado Festival de Sitges no fue debido a los excesos gores de la obra, si no a la arriesgada propuesta que plantea Rob Zombie en su nuevo largometraje; “The lords of Salem” no fue la película que las legiones del famoso cantante, guionista de cómics y director de cine esperaban. Así pues, manteniéndose fiel a sus principios, abandona el estilo de sus anteriores obras pero no los temas, puesto que si bien desaparece la forma semidocumental que adoptó en la aclamada “Los renegados del diablo” (2005) y su fallido díptico sobre Michael Meyers (“Halloween”, 2007; “Halloween 2”, 2009), Zombie sigue en su discurso sobre el origen del Mal, que se encuentra en las raíces de una América profunda que se niega a evolucionar. Detrás de todo, el gran cabrón Satanás maneja los hilos de sus mensajeros en la tierra, dispuestos a llevar a cabo su obra.

Siendo un detractor de “Halloween 2”, me es imposible negar que esa es la película de donde nacen estos "Señores de Salem", pues el aire onírico y experimental que rodeaba a la segunda aventura de Myers se multiplica en esta película hasta cotas inimaginables. La diferencia con la presente es que el director no se encuentra atado por las cadenas de los detestables hermanos Weinstein, por lo que cabalga con libertad hacia el Apocalipsis, rodando su película más personal y madura, también la mejor, hasta la fecha.

Sería fácil decir que su película adapta el apocalipsis de San Juan, pero el director no se queda en la superficie y narra una suerte de Anti Génesis: a lo largo de una semana, se nos explicarán los siete días y los procesos que rodean el advenimiento del Anticristo en la Tierra. Tenemos la llegada de la oscuridad, la creación de animales (ratas, cabritos), el nacimiento de Satán a través de una mujer (al contrario del de Eva, que es a partir de un hombre), tentaciones (las drogas) y mas símbolos que la memoria no me permite relacionar. Hasta aquí, y por lo leído, cualquier fan de Zombie y del cine satánico se preguntará donde está el origen de tanta polémica. Pues bien, Zombie narra la película basándose en tres principios: uno, lo hace a través de sus personajes, no de las acciones o escenas de terror; dos, usa símbolos y música para contar su historia; y tres, el ritmo, tanto del montaje como de la narrativa de cámara, es deliberadamente pausado.

Respecto a los personajes, Zombie crea los mejores y más humanos de toda su carrera (de nuevo en una operación similar a la que usó en “Halloween 2” con erráticos resultados). Por un lado, tenemos a dos DJ la mar de simpáticos, encarnados por Ken Foree y Jeff Daniel Phillips. Por otro lado, el escritor interpretado de manera prodigiosa por Bruce Davison (en la mejor interpretación de su carrera) y, por último, el centro de todo, la disc jockey ex yonqui que construye genialmente una inmensa Sheri Moon Zombie, todo un regalo por parte de su marido en uno de los mejores roles femeninos que ha dado el cine en los últimos años. Para lograr la empatía con estos personajes Zombie recurre a diversas opciones. En concreto, para el personaje de Phillips creará una de las historias de amor más tristes y bellas jamás narradas en una película de terror; para el personaje de Davison, nos lo mostrará en su día a día; y para el personaje de Moon Zombie, eje sobre el cual rota la película, nos los situará tanto con los recursos citados anteriormente como con una historia de redención fracasada. La grandeza de estas personas está ahí, pues son personas normales construidas con sabiduría de escritor, con las debilidades y grandezas de la gente corriente, lo que permite que el espectador entre de lleno en la historia identificándose y sufriendo con ellos.

Por otro lado tenemos el uso de los símbolos y la narrativa de la película. El ritmo forzadamente pausado puede sacar de la película a más de uno y el uso de los símbolos alcanza, en sus épicos 15 minutos finales, unas cotas de complejidad que hacía tiempo no se veían en el cine. A parte de los antes mencionados, tenemos también fuertes imágenes del anti-Papa, una cesárea marca de la casa, el anti-Adán encarnado por un enano y mas imágenes dignas del mejor viaje inducido por las drogas, en este caso el cine como droga final.

Así mismo, el montaje es una lección de riesgo, pues no solo Zombie usa planos largos y estáticos sino que además demuestra una gran honestidad al haber dejado en la sala de montaje una ingente cantidad de material, pues la mayor parte de los cameos habrían facilitado las simpatías del público. En resumen, el director unsa el montaje a favor de la película y no de los intereses comerciales o críticos.

Mención aparte merecen los créditos iniciales y finales. De nuevo Zombie, como en el pasado, usa planos congelados, pero si antes los había introducido con un sentido del gusto exquisito y con un fondo referencial, aquí el plano congelado del cabrito plasma de manera genial la congelación de la maldición en el tiempo, mientras que el final al ritmo de la Velvet Underground se convierte en un réquiem por un mundo que ya ha sucumbido al antiCristo. Como es de esperar, la selección musical realizada por Zombie es de altura, junto al magnífico diseño de sonido y la espeluznante música original compuesta por John 5. Escucharemos a Manfred Mann versionando a Springsteen y la Velvet Urdenground (“Venus in furs” y “Alltomorrow’s parties”), así como a Mozart y Bach.

En este sentido, no deja de ser curioso que de nuevo Zombie use música que ya utilizó Pasolini en la maravillosa “El evangelio según San Mateo”, como ya hiciera en “Los renegados del diablo” cuando recurrió también al tema de Blind Willie Johnson, utilizado por el maestro italiano para ilustrar a un poseído. Como deciamos, en "Lords of Salem" también hay espacio para Bach, quien ilustra a la perfección el americano advenimiento de Satán. En resumidas cuentas, en este uso de la música podemos intuir claramente el cambio que Zombie ha experimentado en su vida, siendo ahora una persona más madura, con otras inquietudes y dudas conceptuales. Si antes había compuesto gloriosos himnos punks (“La casa de los 1000 cadáveres”) o épicas canciones sureñas (“Los renegados del diablo”) ahora se adentra en las más complejas composiciones y letras de Lou Reed.

¿Problemas? Si, uno y muy grande. Zombie lo tiene muy difícil para superarse a sí mismo.

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