Matar a Dios

Caye Casas & Albert Pintó 2017 España

Despedazando la condición humana

Reunidos en un caserón para celebrar la Nochevieja y ofuscados por sus problemas personales, cuatro miembros de una familia se ven sorprendidos por la irrupción de un vagabundo enano que afirma ser Dios. Al desconcierto inicial se suma el hecho de que este les brinde la oportunidad de salvar a dos personas antes de exterminar al resto de la humanidad, cosa que hará al amanecer del día siguiente.

Tras haber codirigido varios cortometrajes, los vallesanos Caye Casas y Albert Pintó vuelven a colaborar, esta vez para debutar juntos en el ámbito del largometraje con esta cáustica comedia negra de gran acidez, ubicada en los terrenos del género fantástico apocalíptico. Recorriendo a la intriga, al suspense e incluso al gore, consiguen crear una atmósfera que parodia el género de terror a la vez que vigoriza su esencia, todo ello sin abandonar los terrenos de una farsa irreverente progresivamente más macabra y descarnada.

El minimalismo de la trama, la presencia casi exclusiva de cinco personajes y el uso de prácticamente una sola localización son elementos que podrían delatar su modesto presupuesto, pero su vistosa factura se encarga de evitarlo. A ello contribuye su barroco diseño de producción, lleno de objetos variopintos en unos interiores recargados hasta lo absurdo, mientras que su fotografía, atractiva y colorida, aporta textura y volumen, a la vez que apoya a la narrativa mediante relámpagos, contraluces, sombras y sutiles cambios de color que potencian las traumáticas experiencias de los personajes. Sus peculiares composiciones, con puntuales usos de primeros planos angulares que enfatizan la desnaturalización del entorno cotidiano, inciden en el tono cómico sin diezmar el ambiente sobrenatural.

La escasez de personajes aumenta la responsabilidad de sus intérpretes a la hora de conseguir resultados satisfactorios para el conjunto, y entre ellos destaca Emilio Gavira, que encuentra un ajustado tono lleno de matices que lo llevan del misterio a la amenaza, del poder a la fragilidad, de imponer una seguridad autoritaria a sembrar una interrogativa incertidumbre. Incluyendo un guiño hacia el cortometraje “Nada S.A.”, que rodó tres años antes con los mismos directores, su Dios barbudo, vagabundo, alcohólico y gritón, que guarda colillas en los bolsillos en vez de almas, demuestra ser un gran acierto en el reparto. Por otro lado, la relación del matrimonio protagonista no está lejos de los parámetros característicos de género de la "screwball comedy," pero sus intérpretes juegan fuerte la vertiente caricaturesca hasta lidiar con lo esperpéntico, balanceándose en alguna ocasión ante la enorme dificultad de mantenerse en esa línea tan delicada, que los enfrenta con lo más burdo y castizo de la comedia española. Tan al límite como ese prototípico marido celoso, confeso machista e incapaz de perdonar a su mujer un desliz del pasado que el mismo cometió también.

Y es que debajo de esa capa recreativa de falsa ligereza, el filme plantea y aborda cuestiones éticas, filosóficas y existencialistas, a la vez que arma una feroz y mordaz burla contra los cuentos de hadas promulgados por las religiones. Así pues, su ácida crítica va dirigida hacia la estrechez de miras, el egoísmo, el ensimismamiento y la mezquindad del ser humano, y se erige sobre los conceptos de la infidelidad, la celosía, el rencor, el hedonismo y la autocompasión. Su despiadada mirada tritura unos personajes ignominiosos más centrados en sus propias miserias que en los asuntos transcendentales para toda la humanidad. Y pese a todo, no dejan de tener un punto entrañable en su miserable patetismo. Cosas del alma humana.

Francesc Talavera Cugueró